viernes, octubre 06, 2006

Étoile noir

No, no era un sueño, qué estupidez de mi parte.

Toda esta discusión de mierda partió ayer en el trabajo de filosofía, o más bien, antes del trabajo de filosofía, resulta que los otros dos del grupo se tuvieron que quedar hasta tarde porque uno debía una prueba y la otra chica tenía un drama con inspectoría y no sé qué más, me lo dijeron después, pero no me importa. Entonces, aprovechando la soledad, le dije a Javier que quería hablar con él. Su indiferencia fue abrumadora y la cara de tres metros que me puso se me quedó grabada en la retina. Tratando de alivianar el ambiente le pregunté si quería algo de comer, pero todo lo que hice fue empeorar los ánimos y lo que siguió fue una conversación más o menos así.

Yo: ¿Quieres algo de comer?
Javier: Bueno ¿quieres hablar o quieres comer?
Yo: Perdón, es que pensé que tal vez tenías hambre...
Javier: ¿Acaso quieres que te preste mis cuadernos?
Yo: No... no, bueno, podría ser... no, no.. yo...
Javier: ¿Trabajo de filosofía?
Yo: Tampoco, es sobre la... sobre tu polola.

Hubo un silencio incómodo que aproveché para sentarme a su lado en el sillón grande. Él me miró de muy malas pulgas y se fue a sentar al otro sillón.

Mi paciencia tiene límites, y dichos límites son estrechísimos, así que quien quiera que siga leyendo esta porquería de blog, se lo podrá imaginar.

Yo: ¡¡Hasta cuando cresta me sigues evitando!! Ni siquiera sabes lo que pasó...
Javier: ¡¡Por favor Antoine!! Es obvio lo que pasó, no necesito ser un genio para entender eso.
Yo: Javier, sabes qué, eres una mierda de persona.

En esta parte de la ahora discusión Javier encontró su parte sarcástica que ni siquiera él sabía que tenía, no recuerdo bien todas las cosas que me dijo, pero por Zeus! como las dijo, no sabía que Javier podía ser tan hiriente, en realidad, no sabía que Javier estaba tan dolido, más que enojado, sentido; y lo que más me impresionó, no sabía que sus palabras me podían hacer tan mal, no tenía ni idea de que tanto me importaba él.

Le echo la culpa a la mala crianza que tuve por lo que hice después, pues en vez de disculparme de una buena vez y tratar de encontrarle el lado suave a Javier, o al menos sacarlo de su lado oscuro, hice que se enojara aún más, le herí el orgullo tanto como pude y cuando por fin le hice perder el poco control que le quedaba, me agarró de la polera con la firme intención de golpearme y lo hizo, qué quieren que les diga, golpea como una niña de 5 años; con mucho sentimiento, pero nada de fuerza, sin embargo, se las arregló para sacarme sangre del labio. A gritos le dije que no era mi culpa que se hubiera metido con la primera mina que lo pescó, que no se asombrara de que haya resultado un verdadero fiasco y que yo nada tenía que ver con que ella, la maldita pelirroja del infierno, sea una psicótica de mierda a la que no le importan los sentimientos de los demás y ahí me jodió, porque reparó en lo obvio, a mi tampoco me importan los sentimientos de los demás.

Después de aquello me quebré, me puse a llorar tan fuerte que creí que me iba a morir, Javier se calmó un poco y se acercó a asegurarse de que en verdad no me estuviese muriendo, espero, a no ser que se haya acercado a asegurarse de que, efectivamente, me estuviese muriendo. Después de varios sollozos lastimeros le bajó la compasión y me puso la mano en el hombro. Yo me agarré de su camisa como un niño que teme perderse entre el gentío y él sólo atinó a tomarme las manos y despegarme de él, entonces, dijo algo que me hizo recobrar la compostura en un santiamén. Lo que más me duele es que eres un imbécil que no puede ver más allá de su nariz.

La llave en la cerradura anunció la llegada de mi señora progenitora y detrás de ella los dos especímenes con quienes debíamos hacer el trabajo, que, al parecer, habían estado tocando el timbre hacía rato y nadie contestaba. Los recién llegados nos quedaron mirando como tratando de adivinar lo que habíamos estado haciendo y, antes de que se formaran una idea errónea, mi vieja les hizo pasar y los invitó a almorzar. Me sentí super incómodo, porque no soy una persona a la que le guste admitir que también es humano y tiene sentimientos. Mis ojos rojos eran innegables, imposibles de esconder y el hilillo de sangre en mi labio tampoco ayudaba mucho que digamos, y entonces salió Javier al rescate.

"Traje lo que necesitamos en un CD, Antoine y tú hacen las cartulinas y tú y yo terminamos los esquemas". No sabía con quien tenía que trabajar, pero tampoco me importaba, silenciosamente me fui al baño a lavarme la cara y arreglarme un poco. No entiendo que se trae Javier entre manos, no entiendo que está pasando, pero sea lo que sea, esto ya nada tiene que ver con la pelirroja.

A N T O I N E

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